No soy de mirar tanto el techo de mi cuarto. No me gusta mucho estar boca arriba. Creo que el rincón que más conozco es el que aparece cuando giro hacia la izquierda. Me pregunto qué hora será -como si eso cambiara en algo mi realidad desvelada-. ¿Cuándo dejamos de usar relojes en la mesa de luz? El problema es que, para saber cuán tarde es -¿tarde para qué, no?-, tengo que agarrar el celular. Y, con ello, abro una Caja de Pandora que preferiría enterrar hasta que salga el sol.
Me doy vuelta para el otro lado…