La ballena no me miró, ni supo que yo estuve observándola tanto tiempo. Ella, disfrutando
del mar calmo y celeste de la mañana, giraba, asomaba su cabeza callosa, cortaba la superficie con las aletas, se sumergía, y yo siempre parado al borde del muelle.
En un tazón de té celeste
![](https://aridarevista.iupa.edu.ar/wp-content/uploads/2021/06/Portada-opcion-2-1200x640.jpg)