Hace algunos años el inventor y electricista Henry Jesús Navarrete Pruost desarrolló un proyecto revolucionario que no llegó a producirse en serie solo por esos caprichos del destino.
Henry Jesús aficionado al vuelo y las tiendas de campaña ideó un artefacto que unía sus pasiones: el Carpacóptero. El aparato simulaba ser una simple carpa para dos personas tipo iglú con varillas autoajustables que, mediante el uso de un pequeño llavero control remoto, se reducían al tamaño de un bolso de carpa. Las varillas tenían un sistema similar a las antenas de radio que se achicaban hasta los diez centímetros. La tela era ultra resistente y muy fina, para permitir que se fuera doblando a medida que las varillas se encogían. Sobre el techo, de una caja no más grande que una cámara de fotos, salían unas hélices que llegaban a medir cuatro metros bajo cero de largo. En la pequeña caja estaba instalado un poderoso motor eléctrico de alta gama con cargador de 220v con enchufe universal. Era el corazón del Carpacóptero.
El vehículo permitía volar a casi 3 metros de altura a 25 km por hora. Además tenía otras comodidades como por ejemplo: radio grabador, ventilador de techo y licuadora todo con las mismas hélices y con solo apretar el botón adecuado. El modelo Transformer 3000 De Luxe iba a ser el gran invento de aquellos días, además de las virtudes del T100, esta increíble maquina venia con jacussi, heladera, baño químico, tv satelital, colchón de plumas y aire acondicionado. Todo gracias a la pequeña caja negra de 15 cm (un poco más grande que la del T100). Lo revolucionario del Transformer era que luego de reducirse se convertía en una cámara de fotos semiprofesional antigua, la tela de la carpa se doblaba de tal forma que usted quedaba frente a una antiquísima maquina de fotos para hacerse el excéntrico en clubes de pileta como el Circulo Italiano. Además venía con juguera donde te podías preparar un rico jugo de pepino y aloe vera para el transito lento mientras fotografiabas el atardecer. La “cola” del Carpacoptero tenía el mismo sistema de reducción integral, se accionaba con una palanquita que funcionaba de Timón y Pumba. Ademas se podía usar como palo de golf o para sacar selfies.
Una joya de la tecnología navarretiana, digna de inspiración. Lamentablemente la Volkswagen no tuvo paciencia con el introvertido Henry Jesús y rompió el contrato antes de comenzar la producción. Hay una teoría que dice que el contrato con la Volkswagen para fabricar el Carpacoptero T100 y su hermano mayor el Carpacoptero Transformer 3000 De Luxe estaba escrito y esperando en las mismísimas oficinas de la calle Schweinsteiger en Nürburgring pero Henry Jesús jamás acudió a la cita, lo encontraron llorando frente a los dos prototipos completamente destruidos. Destruidos en un ataque de furia y posesión enfermiza ante la inminente entrega de su idea a una corporación.
En la actualidad se lo conoce como “El mal de Navarrete”, varios psiquiatras coinciden en que por esta patología la humanidad se ha perdido de innumerables inventos, también dicen que por 500 dólares la sesión han sacado adelante a inventores de la talla de Nikola Tesla o Roberto Arlt.
Este intrépido cronista junto al flaco que saca las fotos rastrearon durante semanas a Navarrete, visitando innumerables paginas de Internet, pasando miles de horas en Facebook, Twitter, Instagram y Badu, noches de desvelo en estaciones de trenes para no pagar alojamiento, tardes enteras en aeroclubes de diferentes pueblos de la Patagonia hasta dar finalmente con el paradero del inventor.
Un viejo de pelo blanco nos recibió finalmente en su departamento: era Henry Jesús Navarrete Pruost, el padre de la criatura. Transcribimos parte de la charla:
– ¿Cómo, dónde, cuándo y por qué nació el Carpacóptero? – le pregunté utilizando todas mis armas de periodista incisivo.
– El Carpa nació en un rapto de inspiración del que juré jamas contar detalles hasta hoy, día en el que tampoco hablaré sobre ello, zic zic – mientras decía esto último dibujó una zeta en el aire. Era sabido que Navarrete era fan de El Zorro.
– Muchas gracias, Navarrete – dije mientras abría mi cuaderno Gloria – Entonces Navarrete, qué le parece si me compra una docena de empanadas que estamos vendiendo para el aeroclub del pueblo… -Navarrete me miró con desconfianza:
–Dame tres docenas de poio, el Carpa lo inventé para impresionar a una flaquita de la cuadra, acá tenes los bocetos y el diario de pruebas donde está la verdad de la milanesa. Dijeron que yo no firmé con la Volkswagen porque estaba loco, hasta le pusieron nombre a mi enfermedad pero, la verdad, es que la flaquita me abandonó ese lunes que iba a firmar, se fue con otro inventor…ahora andate y dejame solo que me voy a llorar a la plaza. El domingo traeme las empanadas al mediodía ¡Arrividerchi!
Me fui sin contestar, odio a la gente que saluda en otros idiomas, pero ya tenía mi nota. Estaba felí. Intentamos obtener el testimonio de algún gerente de Volkswagen pero fue imposible entender el idioma.
Plano del Carpacóptero original: