Desde mis inicios en el Hip Hop, algo recurrente fue tener que explicar qué es y cuál es su diferencia con el Rap. Y está bien, porque uno de los elementos más importantes de esta cultura es el conocimiento y, ¿de qué sirve el conocimiento si no se comparte?
A grandes rasgos podríamos decir que el Hip Hop es una cultura compuesta por nueve elementos, de los cuales cuatro son artísticos: Rap (género musical), Breakdance (género de baile), Graffiti (técnica de pintura) y DJing (selección y mezcla de música).
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Esta cultura nace a través de una sucesión de accidentes: en la década de los 70’ en guetos de Nueva York solían organizarse fiestas clandestinas a la que asistían afrodescendientes y latinos que no tenían acceso a discotecas o que simplemente no disfrutaban de la música de moda que allí se pasaba. En estos encuentros, denominados Block party, los DJ ‘s hacían sonar funk y soul, experimentaban y jugaban con la música como un niño que comienza encontrarle otra utilidad a un objeto que hasta ese momento solo servía para lo que fue construido. Claro que cuando hablo de juego no lo hago en un sentido peyorativo, sino todo lo contrario. Me refiero a lo lúdico como motor de creación. Entonces, en una de esas fiestas, el giro de los vinilos de James Brown comenzó a manipularse con la yema de los dedos en las tornamesas de Dj Kool Herc para repetir en loop el momento del break (donde solo quedan sonando batería y bajo) y a esto se le llamó breakbeat. Ese fue el origen.
Los primeros cabezazos al aire siguiendo el ritmo del breakbeat en esta fiesta, se replicaron en mí casi cuarenta años más tarde y a nueve mil kilómetros de distancia cuando escuché por primera vez una canción de rap: Do for love de Tupac Shakur.
Claro que no era consciente de que ese gesto automático era un patrón común en todo el Hip Hop y parte de su folklore, ni de que décadas antes ese gesto fue la materia prima para la creación del breakdance.
Conociendo los hechos no resulta difícil imaginar cómo sucedió todo. O al menos, yo construyo en mi cabeza a las primeras personas que se acercaban esporádicamente al micrófono para decir su nombre, mandar saludos a los suyos, mencionar a su barrio, animar la fiesta. Los imagino carismáticos, con actitud. De vuelta jugando a escuchar su voz por el parlante, hablando al ritmo de la música, siendo verdaderos Maestros de Ceremonia, que luego al incorporar las rimas a su discurso se convertirían en Raperos y su música en RAP.
¿Y EL RAP ARGENTO?
Llegó rezagado, pero llegó para quedarse. Si bien el género surgió en la década del 70’, en Argentina no se pudo escuchar en radio hasta después de 1983. Esto a causa de la censura que ponía la dictadura militar a las emisoras para que no reprodujeran música en inglés. Una vez vuelta la democracia, el Rap comenzaba a llegar aunque tenía que competir contra el Rock Nacional, que en ese momento ocupaba casi todo el repertorio de las emisoras. Esto marcó de alguna manera los principios del Rap argentino, ya que podemos notar que en los primeros discos que se produjeron había una clara influencia del sonido local. El primer álbum fue “TV RAP” (1989) de Club Nocturno. Los siguientes fueron Fabrico cuero de Ilya Kuryaki y Radio Pinti de Charly García y Pedro Aznar en 1991. Estos fueron los primeros acercamientos al Rap en Argentina, y claros ejemplos de que el género no es inherente a la cultura del Hip Hop, sino que por el contrario se puede encontrar de manera independiente y adaptado a muchos estilos.
Luego llegaron Acorralar a la bestia de Actitud María Marta en 1996 y la mítica placa Nación Hip Hop en 1998 para solidificar los cimientos de todo lo que se construyó después. Este último, fue grabado con instrumentales en lugar de instrumentos e incluía al DJ, lo que le dió el toque Hip Hop que no tenían los álbumes anteriores.
Los primeros cinco años del 2000 podría resumirlo en dos discos: Cuentos de chicos para grandes (2004), primer disco en solitario de Mustafá Yoda luego de la disolución de su grupo “La Organización”. Este disco fue catalogado entre los 50 mejores discos del año de Rolling Stone Argentina, lo que sin dudas fue un gran hito para el rap local. Sangre Sudor y Furia (2005), segunda placa del mítico Sindicato Argentino del Hip Hop, en el que se pueden encontrar colaboraciones con Tego Calderon, Vico C, Julieta Venegas y el Chojin entre otros.
EL HIP HOP CONVIERTE PLAZAS EN POTREROS DEL ARTE
Pero, ¿qué hace que una cultura nacida en Estados Unidos tenga tanta influencia en la juventud argentina del 2021 como para convertirse en un fenómeno masivo que colma plazas, llena estadios y suma millones de visualizaciones en Youtube?
Por empezar, no importa donde haya sido creado, la globalización nos permite maravillarnos con lo que sucede en otra parte del mundo, y hacerlo a nuestra manera en el contexto territorial en que nos encontramos. Aunque depende de las herramientas que se requieran y de las que tengamos a nuestra disposición.
Acá, es donde llegamos a un punto clave: la accesibilidad, y en este sentido el Rap me recuerda al fútbol por su carácter popular. Uno nació en Inglaterra y otro en Estados Unidos, ambos pueden suceder en cualquier lugar y sin grandes recursos. Para jugar al fútbol solo se necesitan dos ladrillos para marcar el arco y una pelota de trapo. En el Rap, con un beatboxer: ¿No sabés lo que es un beatboxer?, enterate acá: https://rap.fandom.com/es/wiki/Beatbox) o palmas para marcar un ritmo y alguien que se anime a rimar, alcanza. Incluso se puede rapear acapella. Gracias a esto, quienes no tuvimos acceso a clases de canto o a comprar instrumentos desde niñes, pudimos de todas maneras hacer música a temprana edad escribiendo canciones o haciendo freestyle (Rap improvisado). Y de la misma manera que es normal ver personas jugando a la pelota en las calles de los barrios o en descampados, en algún momento empezó a verse también grupos de jóvenes formando un círculo alrededor de dos personas que se enfrentan en batallas de freestyle midiendo su habilidad. La mayoría, por no decir todos los freestylers que compiten en las grandes ligas, empezaron a rapear y se formaron en esta disciplina gracias a las batallas underground. Claro ejemplo de esto son los campeones nacionales e internacionales Dtoke y Wos; y las competencias Quinto Escalón y Halabalusa que a través de las redes lograron masificarse y por ende, hacer conocidos a sus competidores. Un caso a destacar es el de Duki, que luego de hacerse conocido a través de las batallas en el Quinto Escalón comenzó su carrera como músico y en la actualidad es uno de los más escuchados del país.
Así, plazas y esquinas se convierten en una suerte de potreros artísticos, espacios de contención, de encuentro y de crecimiento musical para jóvenes que, en algunos casos, no habrían podido tener acceso a lo mismo en otro ámbito distinto al del Hip Hop.