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La pantalla, mi escenario

Debido a la pandemia el videodanza se propagó inconteniblemente, intensificando la pulsión de vida de sus artistas y la escena. Ávidos de poner nuestras miradas sobre la producción artística contemporánea y experimental, desde el proyecto de investigación ¨Tropos Emboscados¨ compartimos algunas reflexiones.

En estos últimos tiempos nuestra cotidianeidad se vio teñida de incertidumbre. Como artistas escénicxs se puso a prueba nuestra capacidad de adaptación y traducibilidad de el  lenguaje escénico a algo viable y realizable en tiempos pandémicos. 

La aptitud camaleónica de lxs artistas escénicos surgió a flor de piel, en busca de nuevas posibilidades y por qué no, nuevos lenguajes híbridos. Tan solo pensar el pasaje del escenario al plano de la imagen en movimiento disparó los primeros interrogantes: ¿cómo transmitimos nuestro mensaje conservando la esencia del movimiento? ¿Se puede compensar la magia de una audiencia de un espectáculo en el escenario? ¿Es posible transformar esta “adversidad” en algo valioso y único? Es en este momento de incertidumbre en donde las artes audiovisuales surgen como posibilidad.

El videodanza era algo, un nombre, un género, un lenguaje, un paisaje frondoso y confuso donde perderse fácilmente. Pero, la comunión participativa con artistas audiovisuales se consolida desde una comunidad universitaria y local multidisciplinar, el clima de intrépido espíritu colaborativo derriba cualquier tipo de distanciamiento imaginable. Resulta de gran valor creativo comprender los cruces y tensiones entre los elementos y lógicas propias de cada uno de los lenguajes mencionados.

A diferencia del registro coreográfico, el videodanza incorpora las virtudes y cualidades de lo audiovisual para enriquecer aún más la obra. Elementos como las tomas, movimientos de cámara y la edición cobran gran importancia, tanto en la ejecución como en el momento previo de la composición, y juegan con la cronología típica del proceso creativo, además de fusionar ambos lenguajes artísticos, resultando en un todo. 

En nuestro rol de investigadoras hemos puesto esfuerzo analítico en las distintas “fases” compositivas del videodanza.

La primera que destacamos es la del lenguaje coreográfico, el cual engloba calidades de movimiento, recursos compositivos, musicalidad y sonido. Las calidades de movimiento estudiadas previamente por Rudolf Laban y la coreógrafa argentina Mariana Sirotte, determinan la movilidad del cuerpo y su calidad motora. Puede ser ligada o cortada, variar en velocidad y acompañadas con la intención adecuada, plasma tanto la situación de la escena como el rol del/la bailarín/a aportando y construyendo su interpretación. En conexión con las calidades de movimiento surgen los recursos compositivos, como por ejemplo el canon, la repetición o “el espejo”, y por último la elección de la música o el acompañamiento sonoro. Ahora bien, el orden cronológico de la incorporación de los elementos en el proceso compositivo es elección del/la directorx/realizadorx. 

Otra fase importante a tener en cuenta es la relacionada con el lenguaje audiovisual, la cual abarca las funciones de los valores de los planos elegidos, los movimientos de cámara y el montaje o postproducción. Si los elementos son utilizados provechosamente, nace una pieza única en la cual ambos lenguajes se fusionan perfectamente. La elección de los planos y los movimientos de cámara contribuyen a la idea de la obra, aportando en la construcción de la historia/concepto, la situación y los personajes. La etapa de edición o postproducción permite ordenar lo realizado, en la cronología que el/la directora prefiera y por qué no, agregar algún que otro efecto especial que sume a la composición. La elección de elementos utilizados para la puesta en escena, son influyentes en la obra, tanto la escenografía como el vestuario y la utilería de acción.

Por último, pero no menos importante, se encuentra la fase que abarca las relaciones inter-semióticas de una composición. Nos referimos a los rasgos de narratividad de la obra, así como las relaciones textuales y las interpretaciones por parte del/la espectador/a.

La pantalla, como espacio coreográfico, no resigna su poder para contar una historia y transmitir emotividad.

PARA TODA LA VIDAMorena Barrios

La obra Para toda la vida, de Morena Barrios, despliega una efectiva dramaturgia teatral anclada en la materialidad de los cuerpos y los escasos elementos en escena. La confluencia entre la iluminación, el vestuario y la coreografía construyen un sólido relato a través de la variedad de planos. El inestable y continuo movimiento de cámara permite acompañar la danza incorporando la sensación de cercanía en la expectación. Estamos ante una historia íntima, que transmite, por medio de la edición, la sensación del paso del tiempo. Su autora nos confirma:

Busqué mostrar una historia. Es una historia real y presenciada (…) La iluminación marcó los momentos importantes dentro de la producción y con el recurso de repetición, quise reflejar la cotidianeidad en el vínculo de los personajes.

OTRA Natalia Zancarini

Como contrapartida podremos encontrar obras que no desarrollan explícitamente una historia tradicional, abocada a la experimentación Camila González trabaja en Otra, una propuesta colaborativa con la artista plástica Natalia Zancarini.

El video fue pensado para ser filmado desde una cámara cenital, para que en la instalación diera la sensación de estar viendo una habitación desde arriba, posibilitando el juego con la profundidad de planos. La propuesta que Natalia me hizo fue pensar y problematizar el vínculo que yo iba a establecer entre mi obra y su escultura. En un primer plano estaría la escultura y en un segundo (de fondo) la proyección de mi obra.

Aquí el videodanza señala sus inicios históricos vinculados al videoarte, la vinculación e hibridación entre lenguajes artísticos parece no detenerse en la planificación y producción, empujando su carácter híbrido hasta el emplazamiento. La puesta minimalista y el encuadre estrictamente fijo produce un fuerte efecto de convergencia sobre el cuerpo de la artista, toda la energía de la coreografía se condensa en estructurar y desestructurar el cuerpo de la bailarina (por momentos consiguiendo figuras únicas y cargadas de extrañeza).

La idea fue trabajar la relación entre mi cuerpo y ese objeto presente (la escultura en primer plano), una relación que posiciona a ese objeto en un lugar de poder al cual yo debía aspirar.

La mirada, restringida al encuadre de la cámara, puede fácilmente captar la tensión en dicha relación. Una propuesta conceptual que transmite sensorialmente las tensiones y pujas entre dominantes y dominados. 

ERRANTES Maximiliano Leiva

Más allá de las intenciones que el/la autor/a de la obra, como todo hecho artístico, siempre hay lugar a la libre interpretación del/la espectador/a. Para una persona una flor en un jarrón con agua puede significar la apropiación de la belleza ajena, sin embargo para otra, la continuidad y transformación de la existencia, luego de ser despojada de su hábitat natural. Este fue el caso con la obra de Maximiliano Leiva, Errantes, una producción llevada a cabo en la naturaleza del Alto Valle, que sin lugar a dudas muestra la importancia del sentido de territorialidad en el concepto general de la misma, interpretada por bailarines de distintas disciplinas, haciendo aún más interesante el resultado. Leiva busca transmitir la vida del/la bailarín/a rodeado de diferentes estilos dancísticos y su recorrido por cada uno de ellos. “El bailarín como un ente ambulante que va desde una danza hacia la otra”. Sin embargo, al momento de entrevistarlo, expresamos nuestra interpretación la cual consiste en que el/la artista, en su búsqueda de identidad, “fracasa” en varias etapas lo que lx hace continuar su rumbo y su búsqueda interminable hacia su realización plena.

Sin embargo el autor confiesa:

La verdad es que no lo había pensado desde ese punto de vista, pero ahora que lo dicen, tiene mucho sentido, está buenísimo que se den estas distintas interpretaciones.

El intercambio de opiniones y puntos de vista de lxs espectadorxs con la intención del autor hace enriquecedora a una obra. Todo el proceso cobra sentido, reafirmando que el videodanza es sin dudas, una expresión artística. 

Atreviéndose a cuestionar las típicas reglas de “espacio-tiempo” de los espectáculos convencionales, el videodanza defiende la idea de que cualquier lugar puede ser el escenario y que existe otra posibilidad además de la efimeridad típica de las funciones dancísticas, ya que cualquier obra se puede volver a disfrutar una y otra vez, conservando su forma original.

Con toda seguridad podemos afirmar que el videodanza resurgió para quedarse, y que ya no cumple el rol de “sustituír” un espectáculo presencial, ya que indiscutiblemente se ha ganado un lugar en las posibilidades más completas y ricas de expresión artística de las artes del movimiento y de las artes audiovisuales.

Juana Rodríguez: Estudiante avanzada de Artes del Movimiento en IUPA, bailarina, investigadora.

Mariana Zabaleta: Lic. en Crítica de Arte, investigadora y docente de IUPA.

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